Por Camila Rocio Torres
La unión de repúblicas socialistas soviéticas fue un estado que existió desde 1922 hasta 1991, compuesto por 15 repúblicas socialistas bajo un mismo régimen comunista, comandado desde Moscú, Rusia y que se extendia desde europa hasta asia central. Fue uno de los principales actores durante el siglo XX, siendo polo de poder durante la guerra fría e influyendo en la política, economía y cultura a nivel mundial. Pero hoy, casi a 27 años de su disolución, sigue sorprendiéndonos su existencia y el gran impacto que ha dejado en todo el mundo, pero más específicamente en los países de Asia central, siendo las repúblicas de Kazajstán, Uzbekistán, Turkmenistán, Kirguistán y Tayikistán ejemplo vivido de que allí existió un orden comunista. ¿Nunca te preguntaste qué es de ellas actualmente?
Los retos y oportunidades de la post-independencia en asia central
Tras la disolución de la URSS y como consecuencia la independencia de los países de Asia central, estas se vieron envueltas en un escenario sumamente complejo y poco favorecedor, tanto en lo económico como en lo social. Tras 70 años de economía planificada, estos países se vieron afectados al encontrarse con una industria y economía frágil altamente centralizada en Rusia, y, además, tras años de uso indiscriminado de las napas de agua, ríos y lagos para la producción industrias de manufacturas primarias, estos se enfrentaron a la sequía de su principal fuente de agua, el mar de Aral, lo que trajo consecuencias hídricas que hasta el día de hoy afectan a Kirguistán y Tayikistán. Este era utilizado para las plantaciones de algodón, trigo, entre otros.
En lo que respecta a su organización política social post independencia, los desafíos agravaban más la situación, ya que, por culpa del colapso económico, los gobiernos emergentes que no podían proporcionar la ayuda necesaria para su población viéndose envueltos en protestas violentas que desencadenaron en guerras civiles e inestabilidad política.
En política, las aguas aún no se calman del todo en asia central.
Actualmente, Kazajistán ha estado bajo un régimen autoritario durante décadas, con Nursultán Nazarbáyev al mando hasta 2019. Aunque su gobierno se ha esforzado por diversificar la economía, especialmente después de la dependencia del petróleo, sigue siendo un sistema profundamente centralizado. Por otro lado, Uzbekistán, que estuvo bajo el control férreo de islam Karimov hasta su muerte en 2016, también compartió características autoritarias. Sin embargo, su sucesor ha comenzado a implementar reformas que parecen querer abrir el país a nuevas oportunidades políticas y económicas, aunque el cambio aún está en proceso.
En Turkmenistán, la situación ha sido aún más restrictiva. El régimen de Saparmyrat Niyazov, seguido por su sucesor Gurbanguly Berdimuhamedow, ha mantenido un control casi absoluto sobre la vida política y social, limitando severamente las libertades individuales.
Kirguistán, en cambio, es el país que más se distingue en la región por su tendencia democrática. Aunque ha enfrentado graves crisis políticas y una inestabilidad constante, con varios cambios de gobierno, sigue siendo considerado el más abierto políticamente en Asia Central.
Finalmente, Tayikistán ha arrastrado las secuelas de la guerra civil brutal que tuvo lugar entre 1992 y 1997, la cual dejó heridas profundas en la sociedad y la política del país. A pesar de la reconstrucción, las cicatrices de ese conflicto siguen presentes en la realidad cotidiana de los tayikos.
Asia Central en el Escenario Internacional actual
En lo que respecta a las oportunidades que trajo consigo la independencia, por primera vez en su historia, los distintos pueblos pudieron autodeterminarse sin injerencia de otros pueblos, eligiendo qué religión practicar, pudiendo hablar su lengua, practicar su propia cultura y poder entablar sus propias relaciones internacionales. Obviamente esto representó un desafío, ya que, ante la falta de costumbre a la autodeterminación, varios de estos países tendieron a la dependencia económica o al aislamiento. Debemos tener en cuenta que estos países no poseen salida al mar, se componen de extensos territorios mayoritariamente configurados por frías estepas o largas cadenas montañosas. Por otro lado, para bien o para mal, se encuentran entre las grandes potencias de China y Rusia, limitando su diversificación de aliados económicos en el mercado global.
A pesar de las circunstancias adversas, la dinámica de la cooperación regional, los tratados económicos y la inversión extranjera directa, han traído nuevas corrientes y oportunidades en la región. Un ejemplo fructífero de la creciente cooperación de Asia Central con potencias globales es su relación con China, que, por razones geoestratégicas y en respuesta al conflicto bélico intensificado en Ucrania y Oriente Medio en los últimos dos años, ha impulsado un aumento significativo en los ingresos por transporte industrial. En este sentido, los países de Asia Central han sextuplicado sus ingresos derivados de las rutas ferroviarias y de camiones que cruzan sus territorios, convirtiéndose en un área estratégica clave para conectar Asia con Europa. Esta transformación ha sido acompañada por grandes incentivos para la producción de gas, crudo y diversas manufacturas primarias, lo que ha facilitado el acceso a los mercados de la región. Este resurgimiento como centro estratégico no es una novedad, ya que, históricamente, estas tierras fueron el paso principal de la antigua Ruta de la Seda. En el contexto actual, importantes proyectos de infraestructura, como el ferrocarril China-Kirguistán-Uzbekistán y la nueva Franja y la Ruta de China, han acelerado la integración de Asia Central en las cadenas de suministro globales, consolidando aún más su rol como nodo clave en el comercio internacional.
En lo que respecta a la cooperación regional, los países de Asia central forman parte de diversos grupos y foros multilaterales para afrontar en conjunto desafíos comunes y fomentar el desarrollo sostenido en la región.
Ejemplo de ello podemos hallar en el ámbito de la seguridad, la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS), que incluye a Kazajistán, Kirguistán, Tayikistán y Uzbekistán, el cual ha jugado un papel clave en la promoción de la estabilidad regional y en la lucha contra el terrorismo, afianzando vínculos con las Naciones Unidas para enfrentar cuestiones relacionadas con la seguridad y el desarrollo.
Por otro lado, estos países han manifestado un verdadero compromiso con la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, implementando iniciativas que buscan fortalecer su resiliencia económica y social, tales como proyectos conjuntos en áreas como la seguridad hídrica, la energía renovable y un incentivo responsable para el desarrollo de infraestructura.