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Fake News: una cuestión geopolítica

El presente artículo abordará uno de los temas que más trascendencia tuvo en los últimos años y que cada vez tiene más repercusión tanto en la esfera política como en la social, ergo, la geopolítica; las fake news y la consiguiente desinformación propiciada por los medios de comunicación, que han generado numerosos debates tanto en el contexto nacional como internacional acerca del uso de las redes y de los medios de comunicación como herramientas o incluso armas políticas para desestabilizar.

 

 

Post verdad y fake news

Post verdad y fake news son dos conceptos interrelacionados que han suscitado gran interés tanto en el ámbito académico como en el político, sus significados guardan vínculos estrechos, en tanto que indican el grado de falsedad o falseabilidad de los datos producidos por los medios de comunicación, no sólo los medios convencionales, sino también los canales tecnológicos modernos. La autenticidad de esa información que resulta del producto de una narración mediática es puesta en cuestión desde varios perfiles. ¿La desinformación es sólo una cuestión nacional? ¿La desinformación en el contexto geopolítico es un asunto invisible? ¿Han escapado las fake news de las fronteras nacionales para inocular sus efectos nocivos en el tejido logístico de actores internacionales?

Este tema demanda una reflexión acerca de los impactos que suscitan los medios de comunicación en el contexto internacional y geopolítico. Además de ir más allá de lo que supone las fake news –término que se tendrá presente a lo largo del artículo-, el contexto internacional aguarda un entramado de peligros tecnológicos donde la comunicación política y la información juegan un papel cada vez más relevante en la agenda geopolítica de los actores internacionales. Para reforzar el campo de análisis de este tema, se ha recurrido a una rica bibliografía académica que ensalza una investigación sobre la desinformación y las fake news, aún que por la complejidad del tema se intentará acotar el análisis lo mejor posible. También daré mi punto de vista, con argumentos sustentados en una base académica, por lo que no se intentará aquí convencer o caer en la falseabilidad de datos.

 

Potentes armas desestabilizadoras

La llegada de la Modernidad tras el transcurso de numerosos conflictos bélicos y el paso por la guerra fría, donde los Estado-nación intentaron imponer su hegemonía; la Segunda Guerra Mundial con el auge del fascismo en Italia, el nazismo en Alemania y el comunismo en Rusia, no fueron hechos aislados, pues hubo un componente clave que dio un impulso a la campaña de todos estos partidos que posteriormente cometerían atrocidades inimaginables: la propaganda. Ésta es ese elemento que ha pasado desapercibido -en gran medida por la taxonomía en cierto caso-, este como canal de comunicación potente. Tal como lo define Ángel Badillo (2019), la propaganda es la voluntad finalista de influir en el público, de tal manera que hay un fin claro (ideológico, político), pero el uso de esta herramienta se justifica a expensas de su buen o mal uso, esto es, falsear la realidad, la información que se desprende de lo que transmite la propaganda – o re dibujar la realidad-, con el fin de persuadir.

Por ejemplo, la Guerra Fría, una guerra económica, política y militar entre los bloques: occidental-capitalistas y el oriental- comunistas, no obedecieron solo a confrontaciones armadas, sino que fue una guerra de información (Cull, 2008,2012), la propaganda como arma de persuasión cognitiva sobre las masas que se vieron envueltas en el compromiso de apoyar a un bando u otro. Entonces los medios convencionales (la Televisión, la radio, la prensa escrita) eran el canal de desinformación y manipulación más potente que incluso los aparatos ideológicos de los partidos políticos patentaron los medios de comunicación como suyos – a través de ellos lograron modelar las ideas y percepciones de la opinión pública en su favor     .

Hoy por hoy, los medios convencionales pasaron a ser secundarios y dieron paso a los nuevos medios de comunicación que trajeron consigo la era digital – la digitalización de los medios-. El auge de las nuevas empresas mundiales de la información, los grandes monopolios que lograron hacer de la noticia      un producto, la mercantilización de los medios con la llegada de dos paradigmas: el modelo liberal (anglosajón), donde se pasa de la idea tradicional de las ideas como algo propio, intangible, a la idea mercantilizada donde esta es garante del pluralismo. Internet, las redes sociales (Twitter, Facebook) – grandes plataformas como Google-, expandieron el boom de la idea de la nueva “democracia digital”, donde la esfera pública tiene un espacio libre de normas, de restricciones, donde poder opinar, expresarse; las redes como medios masivos que generaron espacios de consumo público a nivel mundial – la leak-ocracia.

Sin embargo el fenómeno de la digitalización ha transcendido a un plano mayor: las campañas electorales no sólo han mejorado sus estrategias propagandísticas, sino que han ganado terreno en las redes sociales como uso masivo para propagar sus mensajes – aquí yace el problema de si la información ofertada es realmente veraz y fiable-. El auge de los populismos en el mundo – es especial en EE. UU. y Europa Occidental-, tienen mucho que ver con el poder de los medios de comunicación (el cuarto poder), lo partidos de extrema derecha han recurrido constantemente a las redes y a los medios digitales para difundir sus mensaje de tintes xenófobos, discursos anti inmigración y patrióticos que han calado en el tejido social de una manera abrumadora,

 

 

La pregunta es: ¿ha contribuido la esfera mediática a la difusión de información veraz? La desinformación y las fake news están detrás de las victorias de partidos como el Frente Nacional en Francia, el Movimiento 5 Estrellas en Italia, el Partido Flamenco en Bélgica, o VOX en España (no gobierna pero ha conseguido resultados electorales bastante importantes), estos partidos han logrado distorsionar la realidad, falsear datos empíricos y ello con la contribución de los medios digitales que callan sus verdaderas opiniones para darle al público lo que quiere escuchar, y lo que la industria mediática quiere dar.

La arena geopolítica también se ha inundado de la tela de araña de redes que pululan por los miles de cables que operan bajo el océano; ya se ha abandonado el concepto de guerra convencional y el poder duro queda relegado ante el paso imponente del poder blando, en tanto que emergen las guerras no convencionales donde ya no se hace uso de la fuerza armamentística en un supuesto bélico, ni armas nucleares ni tanques – sobre todo en lo referente a la injerencia de un país sobre otro-, sino que la redes sociales han adquirido un rol importante adaptadas a las nuevas necesidades y a las demandas de la esfera pública así como una buena adaptabilidad al entorno digital.

Las redes sociales son nuevos espacios de información donde los usuarios exponen sus datos de manera libre de ser utilizada por cualquiera que desee. Datos aportados por Pew Research para los EE. UU., demostraron que las redes sociales han adquirido una relevancia al nivel que alcanzaron el grado de importancia como fuente de noticias de información general (Shearer, 2018); en el caso de Europa, la encuesta realizada por el Eurobarómetro de 2018 muestra que las redes sociales son el soporte que menos confianza les da a los europeos (45% desconfía de ellas a pesar de que un 50% hace uso de ellas) (Eurobarometer, 2018a).

Mucha de la información que circula por las redes acaba en el apartado de la desinformación, como ocurrió en el caso del microtargeting creado por la compañía y consultora británica Cambridge Analytica para el Bréxit, una estrategia basada en la captación de grupos pequeños y específicos de usuarios, a los que se les dirige información distorsionada – previamente sustrajeron los datos personales de millones de usuarios de Facebook-, el objetivo era la campaña de Donald Trump en las elecciones del 2016 y el referéndum del Brexit en 2017 (Cadwalladr, 2018, Collins,2018), por consiguiente esto no es baladí.

Otro punto de interés son las recientes guerras denominadas “guerras híbridas”, Rusia es la principal amenaza para Europa pues el objetivo por recuperar su antiguo cinturón de influencia económico-político chocaba de manera frontal con los intereses de los Estados exsoviéticos que rechazaban volver a estar bajo influencia rusa- además de la clara extensión de la UE hacia el este.

La incipiente revolución armamentística rusa y su tecnología ponen en entredicho la capacidad y la respuesta de la Unión Europea para hacer frente a las amenazas híbridas -la Comisión ha adoptado este concepto-, estas amenazas tienen como herramienta principal la desinformación para llevar a cabo la radicalización de los ciudadanos, de tal forma que permita desestabilizar sociedades permeables y débiles, así como interferir en la esfera política de un territorio (EUEA, 2015). La Unión Soviética ya utilizaba desde entonces, la desinformación como arma y estrategia bélica, además era común en el régimen militarizar la información. Los ciberataques son una de las armas más comunes que han liderado las nuevas guerras modernas, sin necesidad de matar, ni de usar armas de fuego; los comicios electorales donde Trump y Hillary Clinton se disputaban la presidencia de los Estados Unidos (2016), fue objeto de un ciberataque ruso que acabo con la carrera a la presidencia de Hillary y propiciando la victoria de Trump, una injerencia grave que violó el derecho internacional.

La era de la digitalización trae consigo pros y contras, pero si analizamos el panorama en realidad los “contras” sacan una gran ventaja: el impacto de las redes digitales ha generado una gran controversia, por un lado las redes son un espacio de libertad, de producción de ideas y de debates, un foro virtual donde desahogarse y expresar emociones reprimidas. El proceso conlleva que cada “click” que realice un usuario, genera unos datos que caen en manos de grandes industrias y compañías que operan fuera de la jurisdicción del territorio nacional, lo que pone en peligro la integridad de la persona y su “privacidad” le pertenece a una empresa.

La fake news o la post verdad no son meras palabras, son armas de destrucción masiva por antonomasia, armas políticas que a través de los medios de comunicación – medios considerados ya como actores que forman partes del establishment-, desestabilizan sociedades enteras y envuelven a la opinión pública en una espiral de manipulación y de persuasión perversa. Los medios      acallan opiniones propias en favor de una realidad edulcorada, sea el capitalismo y los fines económicos, políticos e ideológicos, lo que les somete a esa horrorosa manera de operar. El auge de los populismos y los movimientos independentistas (el independentismo catalán por ejemplo), han obtenido – en cierta medida-, resultados holgados gracias a estrategias eficaces a través de las redes sociales y la propaganda agresiva – las fake news es la biblia de la extrema derecha-.

 

Conclusión

La creciente polarización social como consecuencia de la llegada del ecosistema digital y las nuevas redes sociales, supone en gran medida una amenaza que sólo se puede combatir con consecución de unas políticas públicas eficaces que creen espacios de educación y cultura digital e informativa, tanto a nivel nacional como transnacional sin coartar las libertades fundamentales. La participación activa de la sociedad y la alfabetización digital es requisito indispensable, esto debe expandirse a todos los niveles territoriales y educativos, de esta manera evitar el solapamiento de la identidad propia al margen de los medios de comunicación.

La Unión Europea también deberá reforzar la cooperación en materia tecnológica y aunar esfuerzos para unir a los actores de la red y contar con un equipo profesional de fact checkers para luchar contra la desinformación y los bulos que puedan perjudicar gravemente la estabilidad de las democracias y generen desequilibrios geopolíticos. Establecer estrategias de cooperación a largo plazo, será de suma importancia así como generar sinergias, en especial buscar la colaboración del Servicio Europeo de Acción Exterior (SEAE) y demás actores para reducir las amenaza híbridas y ataques por parte de actores geopolíticos externos como Rusia.

 

Bibliografía

  • Badillo, A. (2019, 14 de Mayo). La sociedad de la desinformación: propaganda, Fake News y la nueva geopolítica de la información. Instituto El Cano, 2-30.
  • Fresno, M. (2018, 19 de Marzo). Post- verdad y desinformación: guía para perplejos. Tribuna, p5.
  • Soutullo, S. (2019, Junio). Relación entre la viralización de Fake News y el auge populista. Trabajo de Fin de Grado, p 46.
  • Romero, L, M. (2011). La Manipulación Informativa y la Desinformación: La anomia de los receptores y el fomento de las víctimas propiciatorias. Universidad de Almería, p 17.
  • Milosevich-Juaristi, M. (2017, 20 de Enero). El poder de la influencia rusa: la desinformación. Instituto El Cano, 1-5.
  • Tuñón, J., Oleart, A., & Bouzas, L. (2019, 15 de Agosto). Actores Europeos y Desinformación: la disputa entre el fact checking, las agendas alternativas y la geopolítica. Agencia Europea de la Educación, la Cultura y el Audiovisual (EACEA), 2(18), 245- 255.
  • Horacio, M. (2006, 10 de Octubre). Comunicación Pública, Comunicación Política y Democracia: Un Cruce De Caminos. Universidad de Medellín, 5(9), p 13-27.

 

Autor

Christian Alejandro Silva: Estudiante de la Licenciatura de Ciencia Política y de la Administración Pública en la Universidad de Santiago de Compostela (USC). Miembro del Cuerpo Solidario Europeo. Interesado en cultura y geopolítica latinoamericana y euroasiática, seguridad y defensa, política exterior de la  Unión Europea.

 

 

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