En el 2016 y en lo que va del 2017 hemos asistido a una serie de votaciones con consecuencias históricas importantes para la humanidad en su conjunto y no solo para los países donde estas se desarrollaron. Numerosos analistas internacionales, sociólogos, antropólogos o teóricos varios afirman que existe una crisis de valores occidentales, entendida como una crisis de la democracia liberal. Y algo de razón tienen cuando explican que ya no se tiene muy en claro cuáles son los valores que sostiene un Occidente “civilizador” y “libre” frente al resto del mundo “bárbaro y atrasado”.
Algunos procesos electorales recientes
Se podría decir que la elección de Donald Trump como Presidente de los Estados Unidos el 8 de Noviembre pasado fue parte de una serie de votaciones que, si tuvieron algo en común entre ellas, fue que concentraron la elección mundial. Fueron campañas enfocadas en invocar miedos o enemigos de la sociedad, y casi nadie, con muy pocas excepciones, supo predecir correctamente.
Muchos opinaron luego que existió una especie de “voto vergüenza”, donde el votante no se anima a decirle al encuestador cuáles son sus verdaderas intenciones al momento de entrar al cuarto oscuro. Sumado a la contradicción claramente palpable -y visible en la elección de Trump, el Brexit o la victoria de Emmanuel Macron frente a Marine Le Pen- entre una especie de élite liberal urbana y cosmopolita de clase media, o media alta, y el conjunto de obreros fabriles desempleados, de trabajadores rurales sin mercado para sus productos, para decirlo de alguna manera, de los grandes perdedores del proceso de globalización que hasta hace unos años parecía totalmente indiscutible e imparable. Podríamos hablar, por lo tanto, de elecciones donde la cuestión central está entre los que se debaten a favor o en contra de la globalización.
Incidentes en el G-20
Según la opinión de quien escribe, si bien estoy convencido que la violencia jamás fue ni será solución a nada. Las sociedades en conjunto con sus líderes necesariamente tienen que avanzar hacia condiciones que aseguren la paz de los pueblos, y entre ellos, de manera realmente duradera. Que exista violencia en la cumbre del G 20 celebrada en Hamburgo no debería sorprender a nadie. En tanto y en cuanto las contradicciones elementales del sistema no se resuelvan esta va a seguir existiendo.
El desafío de nuestra generación es cómo logramos incorporar a miles de millones de personas que quedan afuera de los cambios tecnológicos que ya se produjeron y los que están por producirse, con una velocidad completamente inédita en toda la historia de la humanidad. Son cada vez más los autores que hablan de una cuarta revolución industrial.
Los extremismos de derecha e izquierda y el fenómeno del terrorismo global, la cuestión de los migrantes forzados y el problema de la desigualdad crecen a pasos agigantados. Si bien, todo hay que decirlo, la globalización fue el período más inclusivo en la historia de la humanidad y para esto solo hace falta ver las cifras y comprarlo con otras épocas, esta “inclusión” claramente se queda renga- no son más que síntomas de lo mismo.
El problema de la desigualdad y el futuro
Un sistema que excluye en lo económico, con el 99% de la población quedándose afuera del reparto. En lo político, ya que mientras no logremos avanzar hacia sistemas reales de democracia participativa ya no alcanza con votar cada dos o cuatro años si luego no se puede participar de ninguna de las decisiones. En lo social, ya que esta desigualdad lleva a niveles enormes de confrontación, algunas veces latente, otras efectivas, en la falta de comprensión del otro y en la ausencia completa de empatía, etc.
Esto, si bien, es cierto, es en parte responsabilidad de los líderes de los 20 países más importantes del mundo, también lo es de nosotros. Nuestra generación tiene el desafío de no convertirse en “jóvenes con olor a naftalina” como nos exhortó el Papa Francisco. Si a la izquierda se le cayó el Muro de Berlín a la derecha se le cayó el Consenso de Washington.
Extrapolando esto al escenario local, es necesario de una vez dejar de hablar del pasado y empezar a enfocarse en el futuro. Todo el tiempo se escuchan voces del panorama político argentino hablar de cosas ancladas en un mundo que ya no existe y no proponer respuestas o al menos inquietudes reales sobre hacia dónde va el mundo, y por lo tanto la Argentina, dentro de este contexto global cada día más complejo. Es por eso que es nuestro gran desafío el empezar a ocuparnos realmente de qué país y de qué mundo queremos construir para nuestra generación y las siguientes.
Bibliografía
- Stiglitz, Joseph, (2002), El malestar en la globalización, Editoral Taurus.
- Klein, Naomi, (2007), La doctrina del shock, el auge del capitalismo del desastre, Editorial Planeta.
- Harari, Y.N., (2014), Sapiens, de Animales a Dioses: Una breve historia de la humanidad. Editorial Debate.
- Piketty, Thomas, (2014), El capital en el Siglo XXI. Editorial Fondo de Cultura Economica de España.
- Zizek, Slavoj, El complejo poético-militar, El Pais 07/08/2008
Autor
Gonzalo Fiore Viani: abogado, actualmente maestrando en relaciones internacionales en el Centro de Estudios Avanzados de la UNC y cursando la Edición II del Programa Lazos Comex para consultores en comercio internacional en la Facultad de Ciencias Económicas de la misma universidad. Actualmente se desempeña como coordinador de Grupos Asociativos de empresas y escribe para distintos medios académicos
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