
Por Camila Rocio Torres
Los días pasan y los derechos de millones de mujeres afganas se ven vulnerados más y más cada día, tras la restauración del régimen talibán hace ya más de 3 años y la instauración de un nuevo emirato pareciera que las cosas podrían empeorar. Desde la prohibición de escuchar a la mujer hablar hasta su expulsión de todos los niveles de educación y la sistemática segregación de la mujer de todos los ámbitos laborales, varios especialistas categorizan la situación como como “apartheid”; que de su traducción del afrikaans significa “separación” o “apartar de forma sistemática”, definición históricamente asociada a la descriminacion racial, pero ¿podemos estar frente a un “apartheid de género”?
Ser mujer bajo la mira del yihad afgano
Las teocracias islamicas que gobiernan hoy en dia en al menos tres estados de medio oriente y asia central de forma oficial, se rigen bajo las normas de la “Sharia” que del arabe Sari’ah al-alamiya se traduce como la “senda del islam”, en Afganistan particularmente es impartida a sangre y fuego por los talibanes muyahadies (sunitas) ferreos practivantes de el yihad un concepto islámico clásico que hace referencia a la expancion y promulgacion del islam por medio de la violencia y la guerra.
Es bajo esta sharia que los talibanes, tras su regreso en el 2021, crearon el ministerio de la promoción de la virtud y la prevención del vicio, encargada de asegurar que se cumplan todas las normas islámicas en todos los ámbitos de la vida pública; las leyes emanadas de esta entidad pública son aprobadas por el líder religioso Hibatullah Akhundzada. Fue de gran impacto internacional cuando el agosto del 2024 el vocero del régimen Maulvi Abdul Ghafar Farooq declaró que según el artículo 13 del paquete de leyes “sobre el vicio y la virtud” la voz de una mujer “se considera un atributo íntimo que no debe ser escuchado en público, prohibiendo que canten, reciten o lean en voz alta”.
La sociedad internacional alarmada por lo hechos no demoro en condenar el accionar de los talibanes, fue asi como el relator especial de la ONU Richard Bennet calificaba la situacion de las mujeres afganas como la peor del mundo: “Las mujeres y las niñas de Afganistán sufren una grave discriminación que puede equivaler a persecución por motivos de género -un crimen de lesa humanidad- y calificarse de apartheid de género” . Cabe destacar que el apartheid es considerado un crimen de lesa humanidad por la carta de las Naciones Unidas y es condenada fervientemente, el agravante de esta situación es que históricamente este crimen se le atribuía a la discriminacion racial, no tiene precedentes en la historia un apartheid de género de este calibre.
Las consecuencias de la segregación de la mujer en Afganistán
Actualmente según datos oficiales del Banco Mundial, se estima que 20,6 millones de mujeres viven en Afganistán. Tras 20 años de control estadounidense, fue significativamente impactante para estas mujeres tener que abandonar sus trabajos en los distintos ámbitos públicos, como la expulsión de las niñas mayores de 12 años del colegio, de médicas y enfermeras de los hospitales, de abogadas y fiscales del poder judicial. Ser mujer en Afganistán significa no poder hacer deporte, no poder salir del hogar sin un mahram (acompañante masculino miembro de la familia), no pueden subirse a ningún autobús público, no pueden elegir a su marido ni mucho menos elegir cómo vivir su sexualidad o maternidad. No se les está permitido salir al balcón o ser vistas en protestas civiles, tampoco pueden maquillarse y ponerse fragancias en sus cuerpos porque se considera “inmoral”.
Según los informes sobre las perspectivas socioeconómicas de Afganistán realizado en el 2023 por el PNUD ( Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo) la producción económica del país habría caído un 20,7% tras la irrupción de los talibanes en el gobierno, lo que significa que el desplome de la economía es un hecho y deja al país como uno de los más pobres del mundo. Es gracias a las ayudas externas que el desplome total no es un hecho. La restricción de la mujer de la educación y del ámbito laboral traerá como consecuencias a largo plazo un daño económico sin precedentes en el país, las tasas de mortalidad infantil aumentarán y la migración en masa crecerá de forma exponencial.
El grito silencioso de la mujer
A pesar de las dificultades y contratiempos que han tenido que afrontar las numerosas organizaciones sociales de ayuda humanitaria en territorio afgano, como UNICEF y Amnistía Internacional, su labor es de gran ayuda para millones de mujeres, niños y niñas con escuelas comunitarias y centros de salud voluntarios. Pero es una realidad concreta de que la mayoría de las veces, por impedimento de los talibanes, los voluntarios se ven restringidos a la hora de llevar alimentos o medicamentos a los más vulnerados.
Sin duda alguna el panorama no parece que vaya a mejorar a largo plazo, los derechos básicos de estas mujeres están bajo tela de juicio y sus vidas en manos de un régimen que las segrega y les prohíbe transcurrir una vida de felicidad y de libertad individual. Es en el silencio y en las miradas tímidas donde ellas gritan por su libertad, el mensaje de las afganas a la comunidad internacional es clara “hablen de nosotras, no nos olviden”