Bosnia y el separatismo serbio

Por Simón Sorbera

Bosnia y Herzegovina atraviesa una crisis política de alto voltaje, con repercusiones que trascienden sus fronteras. El Alto Representante internacional, Christian Schmidt, decidió suspender el financiamiento estatal a los partidos gobernantes de la República Srpska. Esta medida responde a la desobediencia sistemática de su líder, Milorad Dodik, quien ignora abiertamente las decisiones judiciales del Estado y de la comunidad internacional.

El líder Milorad Dodik

Dodik fue condenado en febrero de 2025 a un año de prisión y seis años de inhabilitación por no acatar las resoluciones del Alto Representante. Sin embargo, permanece en libertad, escoltado por un cuerpo policial local que actúa como escudo político. Su negativa a reconocer la legitimidad del Alto Representante y su retórica separatista desafían los pilares del acuerdo de paz firmado en Dayton en 1995, que sentó las bases de la Bosnia moderna.

La República Srpska, una de las dos entidades que conforman Bosnia y Herzegovina, se ha convertido en un foco de tensión institucional. Dodik amenaza con boicotear las estructuras federales y con impulsar medidas de autonomía que rozan la secesión. Este pulso no solo pone a prueba la arquitectura constitucional bosnia, sino también la credibilidad de los organismos internacionales que velan por su estabilidad.

Bosnia en el tablero geopolítico

La disputa interna bosnia no se explica sin el entorno geopolítico que la rodea. Dodik ha reforzado sus vínculos con Rusia y Serbia, en una jugada que trasciende lo simbólico: ha recibido respaldo político, económico y comunicacional para sostener su desafío. Mientras tanto, Estados Unidos y la Unión Europea respaldan a Schmidt y exigen respeto por el orden institucional vigente.

Bosnia

Este alineamiento evidencia que Bosnia vuelve a ser un espacio de disputa de influencias. La estrategia de Moscú consiste en debilitar a la UE en su frontera oriental, apoyando liderazgos que erosionen la integración regional y el multilateralismo. Dodik encarna esa agenda: un nacionalista que promueve la fragmentación del Estado bosnio en beneficio de una lógica basada en el etnonacionalismo.

El fenómeno no es exclusivo de Bosnia. La región balcánica experimenta desde hace años un repunte de movimientos autoritarios con discursos identitarios. En ese contexto, la situación bosnia opera como advertencia sobre los límites del modelo liberal internacional para contener las tensiones posconflicto en regiones estratégicas.

La fragmentación de Bosnia y los nuevos desafíos

La comunidad internacional enfrenta un dilema: ¿Cómo responder de forma eficaz ante un liderazgo que incumple decisiones judiciales, erosiona las instituciones y desafía la autoridad de organismos multilaterales? La experiencia en Bosnia demuestra que la diplomacia tradicional y las condenas retóricas ya no son suficientes.

Schmidt ha apelado a herramientas más firmes, como el corte de fondos, pero aún queda por ver si estas medidas lograrán frenar el avance secesionista. Mientras tanto, crece la presión para que la UE y la OTAN adopten posiciones más decididas, que incluyan sanciones específicas, aislamiento diplomático y apoyo a las estructuras federales bosnias.Bosnia

Este conflicto interpela directamente al orden regional instaurado tras la Guerra Fría. Bosnia, una república multiétnica impuesta por la paz de Dayton, se ve arrastrada nuevamente a la fragmentación por actores que rechazan la convivencia institucional y promueven una lógica de etnodivisión. Lo que está en juego no es solo la unidad territorial de un país pequeño, sino la capacidad de Occidente para sostener sus compromisos en regiones de alta sensibilidad geopolítica.

 

28 de abril de 2025
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