Brasil y la esclavitud moderna para inmigrantes

Por Kiango Simms

Panorama general de la esclavitud y el trabajo forzado

La condición de esclavitud moderna o trabajo forzoso es definida por la Organización Internacional del Trabajo (OIT) como una  situación de explotación que una persona no puede rechazar ni abandonar debido a amenazas, violencia, engaño, abuso de poder u otras formas de coacción.

En Brasil, como en el mundo, se conforma una fuerte correlación entre los flujos migratorios y el trabajo esclavo. En los últimos años, se registró un preocupante aumento de los extranjeros que fueron rescatados en condiciones de trabajo forzado.

Se destacan algunas nacionalidades entre las más afectadas por esta condición de trabajo. De las personas halladas, los bolivianos conforman el 42%, mientras que haitianos el 24%, paraguayos el 10%, venezolanos el 12% y peruanos el 7%. A la vez, China, Argentina, Uruguay, entre otros países, también tienen números expresivos.

 

El fenóneno de la migración laboral ha llevado a un constante flujo de personas, tanto internas como provenientes de países vecinos, hacia diferentes partes de Brasil. Muchos migrantes se embarcan en este viaje desesperado en búsqueda de oportunidades económicas y una vida digna para ellos y sus familias. Sin embargo, a menudo se encuentran con la cruda realidad de la explotación laboral y el trabajo esclavo, lo que los sumerge en un ciclo de abuso y vulnerabilidad.

La falta de empleo formal, la discriminación y la marginalización son algunos de los factores que contribuyen a la explotación de los migrantes. Las redes de trata de personas se aprovechan de la situación precaria de estos individuos y los someten a condiciones de trabajo forzado y esclavitud. Además, la falta de conocimiento de sus derechos laborales y el temor a represalias o deportaciones limitan su capacidad para denunciar y escapar de estas situaciones de abuso.

Evidencias del perfil de la esclavitud

En el análisis del perfil de la esclavitud contemporánea en Brasil, es fundamental considerar las perspectivas de género y raza, así como las industrias más beneficiadas por esta problemática y la especificidad del trabajo infantil. Estos aspectos proporcionan una comprensión más completa de esta lamentable realidad.

Los sectores económicos más beneficiados por estas prácticas son la agricultura, la construcción, la minería, la industria textil y el trabajo doméstico, que engloban casi el 80% del trabajo forzoso.

El trabajo esclavo afecta tanto a hombres como a mujeres, pero se observan diferencias en las dinámicas laborales. Mientras que los hombres son más propensos a ser explotados en sectores como la agricultura y la minería, las mujeres a menudo sufren explotación sexual y laboral en áreas como el trabajo doméstico y la industria textil.

Las desigualdades raciales y étnicas también se manifiestan en el perfil de las personas esclavizadas. Las afrodescendientes y los pueblos originarios se ven desproporcionadamente afectados por el trabajo esclavo, lo cual está vinculado a las disparidades estructurales presentes en la educación y el acceso a la ciudadanía.

Además, es importante destacar la problemática del trabajo infantil, donde se observa una dinámica en la cual los trabajadores esclavizados fueron cooptados en su infancia y, con el tiempo, se mantuvo su situación de explotación.

¿Dónde habría que enfocar?

Como definen los especialistas, el trabajo forzoso es sintomático de problemas estructurales y multidimensionales que retroalimentan las condiciones necesarias para la manutención de esta dinámica. Esta práctica inhumana sigue siendo una preocupación latente y carece de medidas efectivas para su erradicación. Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), Brasil ha empleado recursos de manera efectiva en la fiscalización del trabajo forzoso, sin embargo, para lograr una reducción consistente de esta práctica, es crucial implementar políticas públicas de carácter preventivo.

Bajo esta perspectiva, en el contexto internacional, la inestabilidad regional se presenta como un problema que debe abordarse. Los datos recopilados muestran una mayor incidencia de ciertas nacionalidades, lo que está íntimamente relacionado con la situación específica de los países de origen de los inmigrantes. Los casos de Venezuela y Haití son ejemplos claros que respaldan esta hipótesis.

 

Esta correlación también nos permite observar que no es una casualidad que en los últimos años haya aumentado significativamente la incidencia de extranjeros en situación de esclavitud. El contexto de crisis y aumento de la pobreza en América Latina coincide con un cambio notable en la política exterior brasileña, que ha dejado de enfocarse en proporcionar una cooperación regional.

Otro cambio que arroja una matiz al proceso es la flexibilización del mercado laboral, que se inició en 2016 en Brasil. Esto permiten menor responsabilización por parte de las empresas y una desarticulación de la fiscalización laboral. Proporcionando así el aumento de la vulnerabilidad de toda una porción de la población y un contingente cada vez mayor de individuos amenazados por la esclavitud.

Ante lo expuesto queda clara la responsabilidad del Estado brasileño en afrontar el trabajo esclavo. Esto se puede dar desde la normativa interna del país, pero también tendría que suponer un desafío a nivel regional para que se promuevan acciones eficaces a la hora de garantizar el trabajo digno y que este perdure en el tiempo.

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