Por Rosario Ferrer
Sin lugar a dudas, el mundo está atravesando un intenso proceso de transformación, marcado por la interconexión, la redistribución del poder y hechos disruptivos a nivel global. Todos estos cambios dan como resultado una estructura del sistema internacional modificada, lo cual afecta, a su vez, a las grandes potencias como China y Estados Unidos, quienes han tenido que redefinir quiénes son y qué quieren en el nuevo escenario mundial. En este contexto, cobra importancia el concepto de “identidad”, eje fundamental del enfoque constructivista de la teoría de las Relaciones Internacionales, para explicar el papel que juega la misma en el comportamiento de los Estados.
El constructivismo y las identidades
Uno de los principales aportes del enfoque constructivista es el carácter socialmente construido de las identidades y los intereses en la política internacional. Con identidad se hace referencia a las imágenes de individualidad formadas, proyectadas y modificadas en las relaciones de un actor con el resto (Bravo y Sigala, 2014). Su importancia reside fundamentalmente en que aseguran un mínimo de predictibilidad y orden en la política mundial, en cuanto generan expectativas durables y estables sobre los intereses y el comportamiento de los agentes. Al momento de definir la identidad de un país hay que tener en cuenta los siguientes elementos: (a) los atributos propios del sujeto, (b) la conciencia del “yo” frente al “otro” y (c) las interacciones sociales dentro de una estructura normativa (Bravo y Sigala, 2014). Veamos estos elementos en los casos de Estados Unidos y China en el contexto de la guerra comercial que disputan.
Cuando Estados Unidos y China construyen sus respectivas identidades lo hacen teniendo en cuenta todo tipo de características culturales, geográficas, étnicas, políticas, económicas, entre otras (a). En el caso de EE.UU. los valores de libertad individual, democracia, Estado de derecho y economía de mercado se encuentran muy arraigados en la sociedad, por lo que van a proyectar esa imagen en el mundo identificándose como “el defensor de la democracia y de la libertad en el mundo”, “policía mundial”, “hacedor de paz”, etc. Por otro lado, los valores de estabilidad, cohesión social y continuidad son priorizados en China, por lo que busca proyectar una imagen de “ascenso pacífico” y “cooperación mutuamente beneficiosa”.
A su vez, para construir identidad también es fundamental establecer límites respecto a otros (b). “Se trata de fronteras artificiales reforzadas a través de las prácticas políticas y académicas, que las presentan como ineludibles e inevitables” (Pintado Lobato, 2015, p. 99). Podemos ver esta dinámica en las relaciones entre Estados Unidos y China, en la cual el primero utiliza retóricas como la de “hegemón maligno”, “la amenaza china”, “depredador comercial” para referirse a su oponente (Pintado Lobato, 2015). Al mismo tiempo, China también utiliza adjetivos como “imperialista” y“hegemónico” en relación a EE.UU.
El tercer componente de las identidades son las interacciones que se dan en el marco de la estructura normativa (c). Por ejemplo, cuando China pasó de ser una economía cerrada a ser favorable al libre comercio mundial comenzó a construir su identidad a través de acciones específicas– como potenciando la autonomía a los agentes económicos y la inversión extranjera– para finalmente ingresar en 2001 a la Organización Mundial de Comercio (OMC) (Fanjul, 2018). Gracias a esos cambios, ahora el mundo percibe a China como un país capitalista hacia afuera y comunista hacia adentro. En este sentido, respecto a la construcción de la identidad estadounidense podemos ver cómo históricamente el país en tanto “defensor de la libertad en el mundo” crea, promueve y mantiene reglas que sostienen los valores del liberalismo económico, como la creación del GATT en 1947 y, posteriormente, la OMC.
Cambios y redefinición de identidades
Ahora bien, los cambios que está sufriendo el mundo están redefiniendo las estructuras del sistema internacional y dicho cambio, como sostiene Wendt (1999), se da cuando los actores redefinen quiénes son y qué quieren; es decir, su identidad.
Primero que nada, China, al decidir abrir su economía muestra el cambio de identidad del “gigante asiático” y de sus intereses. Lo que le interesa ahora es consolidar su poder mundial y darle continuidad en el tiempo, principalmente a través del desarrollo de su economía y el progreso. Pero tal modelo económico trae consigo serios desafíos que hacen que el país se desvíe del comportamiento esperado. Por ejemplo, los ingresos de los hogares chinos son bajos, lo que genera un exceso de producción. En consecuencia, esta puede ser vendida a menor precio en el mercado internacional, lo que se considera una forma de comercio desleal (dumping) (Krugman, 2024).
Desde el lado de Estados Unidos, el 11S y las guerras de Afganistán e Irak transformaron el orden social en el que se relacionaba. Pero fue especialmente el ascenso del “gigante asiático” lo que desestabilizó la estructura del conocimiento en la que se daban las relaciones sociales (Pintado Lobato, 2015). Esto último ha tenido repercusiones directas en la economía estadounidense, provocando la pérdida de millones de empleos manufactureros y fábricas, lo cual ha afectado profundamente a la sociedad civil. Este impacto ha llevado a demandas internas por medidas proteccionistas, reflejadas en la política de “America first” bajo la administración Trump. Así, EEUU empieza a abandonar su identidad como “mediadora del mundo” para poner sus intereses primero.
De esta manera, podemos ver la dinámica de constitución mutua de agentes y estructuras que sostiene el constructivismo: tanto China como Estados Unidos modificaron sus identidades a través de sus acciones, ambas volcándose hacia políticas que buscan defender sus respectivos intereses (provenientes del sector doméstico). Si estas se siguen generalizando en el resto del mundo las prácticas sociales respecto al comercio internacional se tornarán más proteccionistas, modificando, a su vez, los entendimiento intersubjetivos actuales –como libre comercio, no discriminación y competencia leal que defiende la OMC–, los conocimientos y las normas. He aquí la importancia de la dimensión ideacional, ya que nos permite dar cuenta de que, a partir de ideas promulgadas en discursos, la realidad internacional se puede transformar sustancialmente.
Referencias
- Bravo, J. J., & Sigala, M. A. (2014). Constructivismo. En J. A. S. Uriegas, A. S. O. Ramírez, M. L.-V. Olvera, & R. V. Flores (Eds.), Teorías de Relaciones Internacionales en el siglo XXI: Interpretaciones críticas desde México (pp. 404–418). AMEI, BUAP, CIDE, COLSAN, UABC, UANL y UPAEP.
- Fanjul, E. (2018, noviembre 15). China, 40 años de la mayor revolución económica de la historia. Real Instituto Elcano. https://www.realinstitutoelcano.org/comentarios/china-40-anos-mayor-revolucion-economica-historia/
- Krugman, P. (2024, enero 19). La economía de China está en serios problemas. infobae. https://www.infobae.com/america/the-new-york-times/2024/01/19/la-economia-de-china-esta-en-serios-problemas/
- Pintado Lobato, M. (2015). Identidad y alteridad en un mundo en transformación. Un análisis de las relaciones entre China y Estados Unidos. Grupo de Estudios de Relaciones Internacionales (GERI) – UAM, 29(Junio 2015), 91–110.
- Wendt, A. (1999). Social Theory of International Politics. Cambridge, US: Cambridge University Press.