Por Agustina Bonatti
Viajé por 10 días a Sudáfrica (que técnicamente fueron 12 con los vuelos). Sé que fue muy poco tiempo, pero permítanme contarles algunas cuestiones que he vivido, visto y pensado en esta experiencia desde la visión de una internacionalista, pero también de una joven curiosa nacida en el interior de la provincia de Córdoba.
Aquí algunas reflexiones de este veloz paso por la rainbow nation.
Los días han sido intensos, por no decir demasiado intensos, pero desde el primer día todo me generaba ganas de escribir, comparar y contarlo. Así que bien, voy a comenzar.
Sudáfrica es un país ubicado en África que colinda con 6 países: Namibia, Botsuana, Zimbabue, Mozambique, Suazilandia y Lesoto; y tiene 61.350.000 habitantes aproximadamente. De los cuales cerca de 18.000.000 se encuentran en situación de pobreza y, de estos, 429.000 se encuentran en situación de pobreza extrema. Sumado a un 33,2% de desempleo que según los locales explica gran parte de esta cifra, aunque personalmente creo que se trata de un fenómeno multicausal.
Para agregar algunos “datos de color”, tras la abolición del apartheid como política de segregación racial que guiaba el accionar de la sociedad sudafricana, el 70% de la población tiene piel negra. Además, otro dato es que menos del 20% de las mujeres de este país tienen acceso a la educación.
En cuanto a lo que a mí me compete, la potencia africana tiene como mayores socios comerciales a China, la Unión Europea y Estados Unidos. Mantiene relaciones diplomáticas con 139 países, estableciendo así 99 embajadas y altas comisiones en el exterior, como también 94 consulados a lo largo y ancho del mundo. Con esto, una información a la cual nos interesa hacerle zoom: es una de las naciones parte del Grupo BRICS.
Consultando con profesionales locales, me comentaron que es un orgullo para ellos pertenecer a este bloque, no solo porque los posiciona como potencia emergente luego de tan pocos años desde la transición democrática (ya iremos a eso); sino también porque logra que construyan una relación cercana con dos potencias como Rusia y China. De esta manera, se buscaría contrarrestar a la potencia occidental dentro del sistema internacional, logrando así el equilibrio, pensándolo desde una lectura neorrealista.
Parece imposible hasta que se hace
Ahora sí, vamos a lo sorprendente. La nación del arcoiris (como la llamó su ex presidente Nelson Mandela) este año, específicamente en el mes de abril, cumplió sus primeros 30 años de democracia. Tres décadas desde el día en que todas las personas de nacionalidad sudafricana sin importar color de piel, orientación sexual, género, religión o (incluso) posición socioeconómica, han podido escoger quién iba a ser su representante los siguientes años.
En ese momento, corría el 1994, y tras casi 5 años de lucha y transformación en busca de la completa abolición del Apartheid, cuando fue electo Nelson Rolihlahla Mandela, “Madiba” por sus cercanos; quien fue Premio Nobel de la Paz en 1993 y desde allí su legado se extiende hacia todo el mundo como símbolo de resiliencia.
Esta eminencia que se encontraba radicada en Johannesburgo, puntualmente en el barrio Soweto, estudió derecho en la Universidad de Fort Hare y también en la Universidad de Witwatersrand. y decidió involucrarse desde el African National Congress en la lucha que tenían las personas de color para poder sacar adelante a su país. Refleja el tipo de liderazgos que debemos venerar, porque como él mismo dijo: “Vivo por un ideal por el que estoy dispuesto a morir”.
Pensemos en que alguien que pasó 27 años en prisión con “”causas”” como ser negro y militar por sus ideales, tuvo la fortaleza de cumplir su condena, ser electo el primer presidente de color en ganar las primeras elecciones totalmente libres en la República de Sudáfrica y lograr el perdón y la reconciliación con el sector societal que había representado a su verdugo por décadas. Esto claramente no fue fácil, se logró a través del ejemplo y políticas hoy conocidas como de soft power, como fue el Mundial de Rugby de 1995. Su estrategia consistió en buscar pasiones de uno y otro bando y hacer partícipes a todos, construyendo así un sistema de pertenencia y nacionalismo más allá de las diferencias.
Deudas de la democracia en Sudáfrica
Al ser una democracia joven, debo decir que si bien los avances están a la vista dentro del sistema internacional, en su día a día todavía hay vestigios de cómo eran las cosas antes de 1994. En este sentido, las mujeres africanas constituyen la mayor parte de las víctimas de pobreza en el país, representando el 71% aquellas que viven por debajo de la línea de pobreza. Además, se sigue con la idea de que aún deben habitar solo ciertos espacios y representar ciertos valores, por eso es una realidad la poca cantidad de chicas que tienen acceso a la educación. Además, en general, pero particularmente en nuestro género, también hay diferencias en ciertas actividades que puede o no hacer una mujer “blanca” o una mujer “negra”.
Si se habla en general de los puestos jerárquicos, si bien hoy el porcentaje de personas de color en el poder ha aumentado, ellos mismos dicen que aún existe una cierta resistencia social hacia esa movilidad ascendente. Y, otra cuestión terrible, que también deviene del sostenimiento de tabúes y es una brecha que urgentemente debe ser cerrada, es la desinformación respecto a lo que en Argentina llamamos Educación Sexual Integral. De hecho, fue uno de los temas centrales en la World Policy Conference 2024.
Hoy Sudáfrica está teniendo un fuerte incremento de adolescentes entre 16 y 18 años, en situación de vulnerabilidad, con más de un hijo a cargo como resultado del consumo masivo de drogas sintéticas provenientes principalmente de Asia central. Sin contar que, aunque este país es considerado uno de los más avanzados en temáticas sociales dentro del continente, aún se encuentra con muchos problemas de seguridad pública. Todos los habitantes aceptan que es una amenaza el solo hecho de estar en la calle cuando cae el sol, porque muchos lugares son “tierra de nadie”, el alumbrado público no funciona, la policía es corrupta y el diseño de seguridad es escaso (En toda Ciudad del Cabo solo existen dos comisarías). Y mejor no hablar de seguridad vial. Por supuesto, el paso siempre es del vehículo.
Para finalizar el viaje en sudáfrica
En esta oportunidad, no voy a hacer un cierre netamente formal, solo voy a decir que para realmente entender la brecha cultural que existe entre sudafricanos y argentinos, hay que vivirla. Sobre todo, insisto, siendo mujer. Pero, aún así dejo algunas recomendaciones para quienes estén interesados en seguir leyendo sobre esto.
En cuanto a películas, nada muestra mejor la situación que “Invictus”, del director estadounidense Clint Eastwood. En donde se refleja, no solo el conflicto social, la renovación democrática y el liderazgo del Premio Nobel, sino también el soft power focalizado en el deporte.
En cuanto a libros, John Carlin tiene una lectura transformadora de la situación como seguidor de Nelson Mandela y lo demuestra en “Factor Humano” y “La sonrisa de Mandela” (libro regalado por Macri a los funcionarios de Casa Rosada tras su asunción en 2015).
Espero que los disfruten.