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(Des)Igualdad de género en América Latina

La igualdad de género es uno de los objetivos principales de la Agenda Hemisférica de América Latina y el Caribe. En este marco, se destaca el masivo ingreso de las mujeres a la fuerza de trabajo y el avance en su nivel educacional. Sin embargo, aún persisten fuertes patrones arraigados a la sociedad que se reflejan en la inequidad de género en el trabajo. ¿Qué nos muestra la región en este aspecto y cómo podríamos encaminarnos hacia un futuro más equitativo?

 

En la última década, la pobreza en el subcontinente disminuyó poco más de 15 puntos porcentuales. Hoy en día, un tercio de los latinoamericanos es pobre, y uno  de cada diez es indigente; en contraste con el 50 % que alcanzó la pobreza de los años 90 (según datos de CEPAL).

Lamentablemente, al contrario de los avances a nivel regional, la pobreza en las mujeres marca una tendencia preocupante. Son las mujeres quienes encabezan el 43 % de los hogares indigentes y 28 % de los hogares pobres en América Latina. En la Argentina, así como en Chile y Uruguay, este índice es aún más alarmante, a pesar de ser los países con mayores ingresos de la región.

Números a tener en cuenta

117 millones de mujeres forman parte de la fuerza de trabajo a nivel mundial (de las cuales 50 millones se incorporaron apenas en los últimos 20 años) y por primera vez la mitad de las mujeres de la región forman parte de la fuerza laboral (es decir, conforman la población activa).

No obstante, este número está aún muy por debajo de los hombres. Por si fuera poco, el porcentaje de mujeres sin ningún tipo de ingreso es mayor de la mitad, y aunque se trate de mujeres con empleo la brecha salarial (la diferencia de sueldos por el mismo trabajo entre ambos géneros) es del 15 %. 

En América Latina también se encuentra presente esta diferencia de salarios entre hombre y mujer por el mismo trabajo. Hasta 2015 la brecha era de 15 puntos porcentuales (del salario de los hombres por encima del de las mujeres) y este número es aún mayor en el trabajo por cuenta propia, en el cual el ingreso de las mujeres es apenas más de la mitad (57 %) del masculino.

¿Qué variables hay que considerar cuando se trata la brecha salarial?

  • Edad: si bien los salarios de entrada de ambos géneros suelen estar equilibrados, la diferencia de salarios por género es mayor a medida que aumenta la edad. Esto se debe, en general, al llamado “techo de cristal” o discriminación vertical, efecto por el cual se observa menor acceso de las mujeres a puestos de mayor responsabilidad.
  • Educación: sabemos que a mayor nivel educativo mayores son las posibilidades de trabajo, pero sorprende que la brecha salarial es aún más pronunciada en aquellos que tienen estudios postsecundarios. Esto es debido a la discriminación sectorial u horizontal que tiende dejar a las mujeres en sectores ocupacionales con salarios promedio más bajos (como enfermera, maestra, etc.).
  • Etnia: en muchos países de Latinoamérica y el Caribe las discriminaciones raciales y de etnia se potencian con las de género y perpetúan las estructuras de exclusión social.
  • Discriminación: se expresa en los procesos de selección y contratación, en la fijación e incrementos salariales y en conductas como el acoso sexual.
  • Salario mínimo: contrario a lo que se pueda pensar, los países en los que el salario mínimo se acerca más al salario promedio presentan mayores declives en la desigualdad salarial por sexo. Esto sucede a causa de que un salario mínimo bajo tiende a fortalecer el empleo de la mujer en la región, lo que hace más rentable para la mujer la participación laboral, incluso en la economía informal.

 

¿Cómo podemos encaminarnos hacia un futuro más equitativo en la perspectiva de género?

La institucionalización del enfoque de género parece ser el camino más óptimo hacia la no discriminación de las mujeres en el mercado laboral. Esto requiere de la incorporación activa de políticas económicas e institucionales firmemente ancladas para generar un ambiente propicio a la igualdad en el trabajo.

No obstante, América Latina tiene tres desafíos a superar para la aplicación de políticas de desarrollo y empleo con una perspectiva de género:

  • Insertar el tema en la agenda pública: es necesario llamar la atención de los gobiernos e instituciones sobre el beneficio de la igualdad de género
  • Promover los cambios en los marcos legales: hacer especial énfasis en la búsqueda de las posibles trabas que persistan en las normativas nacionales en materia de igualdad de género.
  • Generar las políticas públicas necesarias: tomar en consideración las especificidades de cada país para garantizar el acceso de las mujeres a un mercado laboral con trabajos de calidad y sin discriminación, a la educación profesional y a la información sobre carreras o emprendimientos. Promover políticas que garanticen la conciliación entre la vida personal, familiar y laboral de las mujeres, así como la inserción de los grupos más vulnerados (jóvenes, mayores, etnias marginadas, grupos por debajo de la línea de pobreza, etc.

¿Y en Argentina?

Más allá del panorama general de la región, la Argentina posee ciertas características que la ponen dentro de los países con mayor equidad de género en la zona. Tomando en cuenta solamente las últimas décadas, la participación de las mujeres en el mercado de trabajo de la República Argentina ha crecido significativamente: del 36,8 % en 1990 al 46,1 % en 2017. Lastimosamente, este crecimiento significó un aumento de los niveles de desocupación y subocupación, en vez de un incremento del porcentaje de ocupación plena (35 % de las mujeres ocupadas trabaja en la informalidad).

Además, dentro del porcentaje de mujeres que conforman la población activa, menos de la mitad tiene empleo (la tasa de empleo de 41,4 % para las mujeres y 63,7 % para los varones, según datos de la Encuesta Permanente de Hogares de 2017).

A pesar de que en muchos hogares, especialmente en los más vulnerables, la mujer es el principal sustento económico, la argentina gana en promedio 23,5 % menos que un hombre de la misma nacionalidad (esto puede ser debido a la segmentación horizontal y vertical, a la discriminación en el acceso a ciertos oficios o sectores de actividad, entre otras causas).

 

Conclusión

Hoy más que nunca, es menester entender que la situación laboral de la mujer y sus condiciones de vida son variables determinantes en el camino hacia el desarrollo equitativo y sostenible de América Latina y el Caribe.

La inequidad de género vulnera especialmente los principios y fundamentos de los derechos humanos y del trabajo. Se debilita el Estado de derecho, los derechos humanos, el crecimiento económico y el óptimo funcionamiento económico de empresas y mercados de trabajo al impedir la inclusión de una enorme fuerza laboral y productiva.

Como dijo el Director Regional de la OIT (Organización Internacional del Trabajo), José Manuel Salazar-Xirinachs en su discurso del día de la mujer: “Cerrar las brechas no sólo es una manera de garantizar que nadie se quede atrás y de avanzar hacia una mayor justicia social. También es clave para aprovechar un inmenso potencial desaprovechado para el desarrollo económico y social de América Latina y el Caribe”.

 

 

 

 

Bibliografía

 

 

Autora

Giuliana Piantoni. Estudiante de Comunicación Social en el Colegio Universitario de Periodismo

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