
Por Aciar José Maria
Cada vez que el trono de San Pedro queda vacante, los ojos del mundo se dirigen al Vaticano. En ese momento, se pone en marcha uno de los procesos más tradicionales y enigmáticos de la Iglesia Católica: el Cónclave. Esta ceremonia, profundamente arraigada en la historia de la institución, no solo reviste un carácter espiritual, sino también geopolítico y simbólico.
El cónclave
El término ‘Cónclave’ proviene del latín cum clave (“con llave”) y alude al encierro que deben cumplir los cardenales electores dentro del Palacio Apostólico del Vaticano hasta elegir al nuevo Pontífice. Este procedimiento busca garantizar una elección libre de presiones externas, y está reglamentado en detalle por la Constitución Apostólica Universi Dominici Gregis, promulgada por Juan Pablo II en 1996 y modificada por Francisco en años recientes.
El proceso inicia cuando el Papa fallece o renuncia, como ocurrió con Benedicto XVI en 2013. A partir de allí, el Colegio Cardenalicio convoca el Cónclave en la Capilla Sixtina, un recinto cargado de simbolismo donde los cardenales, menores de 80 años, ejercen su derecho al voto. Actualmente, el número máximo permitido de electores es de 120.
La elección se realiza mediante votaciones sucesivas. Cada jornada puede incluir hasta cuatro votaciones (dos por la mañana y dos por la tarde). Para ser elegido, un candidato debe alcanzar una mayoría de dos tercios. En cada ronda, los cardenales escriben el nombre de su elegido en una papeleta, que doblan y depositan en un cáliz dorado sobre el altar.
¿Como se anuncia un nuevo papa?
Una de las imágenes más icónicas del Cónclave es la fumata: el humo que sale de la chimenea instalada en la Capilla Sixtina. Si el humo es negro (fumata nera), indica que no se ha alcanzado la mayoría requerida. Si es blanco (fumata bianca), el mundo sabe que hay un nuevo Papa. Este sistema se implementa mediante la quema de las papeletas, con adición de productos químicos que colorean el humo.
Desde el punto de vista simbólico, el Cónclave representa la continuidad apostólica de la Iglesia, la elección del “Vicario de Cristo en la Tierra”, y un acto de discernimiento espiritual. Pero también refleja las tensiones y alianzas dentro del Vaticano, y las diversas corrientes ideológicas y geográficas que conviven en el seno de la Iglesia. Un Papa europeo, latinoamericano o africano no sólo porta una identidad religiosa, sino también una carga política global.
El interés mediático de los conclaves
En el último siglo, los Cónclaves han despertado un creciente interés mediático. La elección del Papa Francisco en 2013, el primero jesuita y sudamericano, marcó un punto de inflexión en la historia eclesiástica. Fue también una señal clara del desplazamiento del centro de gravedad del catolicismo hacia el Sur Global.
Para los observadores internacionales, el Cónclave es una instancia clave para interpretar la proyección futura de la Iglesia. ¿Será reformista o conservadora? ¿Abordará con decisión temas como la pederastia, el rol de la mujer o el celibato? La elección de un Papa tiene consecuencias que van más allá del ámbito religioso: influye en la política, en la diplomacia y en los grandes debates éticos contemporáneos.
En definitiva, el Cónclave es mucho más que una elección papal: es una ceremonia que combina tradición, misterio, fe, y poder. Entender sus mecanismos y su significado permite una mejor comprensión del rol que la Iglesia aún juega en el escenario internacional.