El deporte en claves de geopolítica y soft power

Por Agustina Bonatti

Próximos a la fecha del 20 de mayo, fecha que da inicio al Mundial de Fútbol Masculino Sub 20, el cual se llevará a cabo en nuestro país debido a un reciente cambio de sede, hay muchas cosas para analizar respecto a las decisiones tomadas, no solo con un frente vinculado al deporte, sino también a lo político.

Tras haber ganado la copa del mundo 2022, Argentina se encuentra, como siempre, a la espera de lograr algo más, tomando principalmente lo deportivo. Sin embargo, propongo analizar este campeonato del mundo con lentes políticos, ¿cuáles son las oportunidades que se nos presentan.

Primero lo primero

Para este mundial el país sede designado había sido Indonesia, el cual se encontraba organizando todo lo necesario para albergar las delegaciones de los equipos clasificados y aprovechar la oportunidad para mostrarse al mundo como un nuevo país afín al deporte, en este caso en particular al fútbol, siendo hace un tiempo un deporte que no se lo asociaba al mundo asiático. En este sentido, se podría decir que se trataba de una buena estrategia de soft power para que se vea al país como un novedoso blanco para inversiones.

Sin embargo, después de cancelar el sorteo de grupos, calendarizado para el 31 de marzo, debido a que Indonesia no reconoció al equipo de Israel por cuestiones geopolíticas (aunque se haya clasificado por primera vez en el torneo y por méritos deportivos), la FIFA lo penalizó, tras varias advertencias, obteniendo la pérdida de la organización del evento. Y ahí es cuando decimos: la geopolítica en el deporte también importa.

 

Razones y oportunidades; lo deportivo y lo político

 

Desde el año 1989, que Indonesia y Palestina firmaron un comunicado conjunto sobre el comienzo de sus relaciones diplomáticas en la Embajada Level, Indonesia defiende los derechos del pueblo palestino frente al nuevo estado de Israel y se ha negado a reconocer a éste último hasta que llegue a un acuerdo de paz con los palestinos. Esto claramente ha tenido grandes implicaciones en su política, sobre todo en los últimos años en los que el conflicto ha estado más candente que nunca.

Días anteriores al sorteo de grupos, el gobernador de Bali, Wayan Koster, pidió la prohibición de la delegación israelí para competir en el país: “las políticas de Israel hacia Palestina son inconsistentes con las políticas de la República de Indonesia”. Al encontrarse en esta situación política-deportiva, sin tener como opción permitir la participación de la selección israelí, prefirieron dejar su lugar de sede y la FIFA se encargó de encontrar rápidamente una nueva, ya que las fechas no iban a ser modificadas.

El fútbol como puerta de entrada

Ante tal situación, la Asociación Argentina de Futbol se encontró con una oportunidad única: comenzar la gestión, tras haber sido el último campeón del mundo, para ser sede del Mundial de Fútbol Masculino Sub 20.

Deportivamente había mucho que ganar: Argentina no había clasificado y siendo el anfitrión formaría parte de la competencia. Pero… había algo más.

Nuestro país está pensando en la candidatura para el Mundial 2030, conjunta con Uruguay, Paraguay y Chile, y esta era una prueba única que debía ser aprovechada.

Pero, ¿qué decimos de la política? Argentina encontró otra “curita” para “doler” un poco menos: frente a un dólar por las nubes, una situación política y económica incierta y una sociedad desorientada, el mundial trae esperanzas y una más amplia perspectiva de futuro sobre un tema que, claramente no te trae el alimento a la mesa pero, cambia el bienestar general de la sociedad (aunque sea por un ratito): la cultura futbolística.

Además, viene a ayudar a América del Sur en general, no solo como posible sede 2030, sino por todo lo que eso implica: mayor comercio, mayores inversiones, generación de empleo; en definitiva, cumple con el objetivo de lograr clara relevancia a nivel internacional, debido a que hace tiempo la región viene perdiendo su atractivo ante la mirada del mundo.

 

Consideraciones finales

Entonces, ¡cuánto podemos pensar sobre esto!

Indonesia dejando un potente mensaje al mundo: atendamos al pueblo de Palestina. Poniendo mayor peso sobre la balanza en sus relaciones diplomáticas que en una nueva estrategia de soft power.

Argentina, oportunista, utilizando el soft power que no pudo aprovechar Indonesia con el deporte como una herramienta estabilizadora en una situación complicada social, política y económicamente.

Y por último, pero no menos importante, los beneficios para América del Sur tras la prueba de Argentina como sede, pensando en generar acciones conjuntas para reforzar la unidad tan necesaria para todos los países de la región. Porque como plantean Schenoni y Malamud (2021) ante las persistentes crisis que enfrentan los estados sudamericanos, “las chances de morigerar la irrelevancia se concentran en factores contingentes como la innovación y la productividad”. ¿La vista en un evento de tal magnitud como un mundial de fútbol no es también innovar en nuestra política regional?

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