Luego de las elecciones del domingo 20 de mayo en las que Nicolás Maduro resultó electo como presidente de Venezuela hasta 2024, se volvió a visualizar la grave crisis que sufre este Estado Caribeño, que en el momento del “giro a la izquierda” de Latinoamérica fue elogiado y muchas veces utilizado como modelo de gobierno.
El porqué de la situación que vive Venezuela
George Orwell supo decir: “No se establece una dictadura para salvaguardar una revolución; se hace la revolución para establecer una dictadura” (1949). Esta frase fue escrita en “1984”, una de las más grandes novelas políticas de ficción distópica, que en su momento supo hacer referencia al modelo opresor y dictatorial de la Unión Soviética y que hoy parece aplicarse de manera análoga en Venezuela.
Planteo esta similitud ya que, en un primer momento, durante la primera presidencia de Hugo Chávez (1999) se impuso en todos los ámbitos públicos la necesidad de reinstaurar la “Revolución Bolivariana” y rememorar aquellos pensamientos de quien fue el fundador de la Gran Colombia y presidente de Venezuela en 1813, Simón Bolívar.
El chavismo bajo esta consigna, aplicó fuertes medidas políticas y sociales que ayudaron a millones de venezolanos a ascender en la escala social, abrochando la suerte de Venezuela a la volatilidad del precio del petróleo y con una fuerte intervención del Estado en la convivencia social.
Esta “petrodependencia”, que fue el bastión que permitió la emancipación de Venezuela de las potencias extranjeras, comenzó a entrar en crisis en 2014 debido a: la falta de inversión en su industria petrolera; los constantes cortes de energía producto del racionamiento impuesto por el gobierno en 2015; una increíble inflación que superó el 500 % como consecuencia de la caída de la moneda del país, lo que significó altos costos para las empresas prestatarias de servicios públicos, como así también la imposibilidad de las empresas de operar financieramente a causa de la imprevisibilidad de la economía caribeña.
La tormenta perfecta
Todas estas condiciones llevaron a que el gobierno de Nicolás Maduro no pueda cumplir con las cuestiones básicas ya que, según el presupuesto presentado en la Asamblea Nacional Constituyente del año 2018, sectores esenciales sufrieron fuertes recortes y una falta de financiamiento: al ámbito de la salud le asignaron 2 billones de bolívares, que apenas equivalen a 20 mil dólares estadounidenses, y a la educación le dieron 8 millones de bolívares, un monto equivalente a 80 mil dólares estadounidenses.
Estas condiciones se agravan con la migración masiva de miles de venezolanos que huyen hacia distintos países de Latinoamérica a causa de la crisis humanitaria y las persecuciones políticas que sufren en su propia nación. Entre 2015 y 2017 el número de inmigrantes venezolanos en Latinoamérica pasó de 89 mil a 900 mil, lo que representa un incremento de más del 900 % según datos de la Organización Internacional de las Migraciones (OIM), mientras que en todo el mundo la inmigración venezolana, en ese mismo periodo, pasó a 1,5 millones de personas.
El último sostén de Nicolás Maduro: las Fuerzas Armadas
Es usual que modelos políticos que rozan el autoritarismo encuentren en las Fuerzas Armadas el mayor sostén para defenderse. Este acto de militarizar al Estado, como sucedió en la Cuba castrista, se aplicó durante la presidencia de Hugo Chávez de diversas formas. Una de ellas fue la modificación de la Carta Magna en 1999 que habilitaba al sector militar a sufragar.
El resultado que tuvo esta decisión fue un aumento en el nivel de politización del sector militar y en la influencia política del sector castrense en la vida institucional del Estado. Desde que se originó este Estado moderno venezolano bajo las consignas de la revolución bolivariana, la influencia política del sector militar es una constante que se expresa en los diversos acuerdos tácitos militares y políticos que fueron surgiendo. Estos se manifiestan desde niveles autoritarios de dominio militar sobre la política de la nación, como así también en la designación de numerosos militares de alto rango al frente de lugares importantes del Estado. Esto se visualiza en la última designación de Manuel Quevedo, general de la Guardia Nacional, al frente del Ministerio de Petróleo y Minería y de la petrolera estatal PDVSA en 2017.
Asimismo, el ministro de defensa de Venezuela, el general Vladimir Padrino López, ratificó una vez más el apoyo de las Fuerzas Armadas a Maduro al decir que: “La FANB se aferra más que nunca a su misión constitucionalmente asignada, ratifica su incondicional apoyo y lealtad a nuestro comandante en jefe y reitera el compromiso histórico de defender la soberanía e independencia nacional”.
La democracia ficticia
El contexto actual que vive Venezuela lleva a concluir que el modelo de democracia venezolana fracasó no solo por su falta de aplicabilidad durante los procesos electorales, la cual se visibilizó por la poca trasparencia del procedimiento y la impugnación de posibles opositores, sino también por las múltiples persecuciones políticas, arrestos arbitrarios y censuras políticas, sociales y mediáticas. La simulación de Estado democrático y republicano que intenta “sostener” Maduro terminó por llevar a una sociedad a una crisis humanitaria sin precedentes.
Autor
Francisco J. Toledo. Estudiante en la Facultad de Derecho de la U.N.C.