Por Eduardo Femenía
El Escuadrón 731 fue una unidad militar japonesa activa durante la Segunda Guerra Mundial, conocida por llevar a cabo experimentos médicos inhumanos en prisioneros de guerra y civiles, principalmente chinos, coreanos y rusos. Fue una parte crucial del programa de guerra biológica del Ejército Imperial Japonés.
La instalación, que se hacía pasar por un departamento científico y de purificación de aguas, era conocida como la Unidad 731 y fue el brazo más importante del programa bélico biológico del ejército imperial japonés. Localizado en la ciudad de Harbin, Manchuria, y creado por el bacteriólogo Shirō Ishii, este escuadrón llevó a cabo uno de los mayores crímenes de guerra de la historia de la humanidad.
Primeros años
Shiro Ishii creció en el Japón feudal, donde su familia era el mayor terrateniente local. El padre de la familia producía sake, Ishii era uno de cuatro hijos. Desde muy joven sus compañeros lo describieron como “engreído, directo y arrogante”. Después de completar sus estudios de medicina en la Universidad Imperial de Kioto en 1920, Ishii se alistó en el Ejército Imperial Japonés como cirujano militar y causó una impresión tan fuerte en los jefes que en 1924 fue nuevamente invitado a la Universidad Imperial de Kioto en la escuela de posgrado para realizar investigaciones.
Según quienes trabajaron con Ishii en ese momento, éste demostraba “comportamiento asertivo” e “indiferencia” hacia sus compañeros. Ishii prefería a sus “mascotas” a la sociedad de las personas: bacterias, que cultivaba en placas de Petri. También permaneció hasta tarde en los laboratorios, usando el equipo que los estudiantes limpiaron diligentemente y deliberadamente dejó el equipo sucio con la esperanza de que otros estudiantes fueran castigados por esto. Su extraño comportamiento disociativo finalmente llevó a Ishii a tratar a las personas como objetos para experimentos sin ninguna razón científica.
Establecimiento del Escuadrón 731
La toma de Manchuria por el Ejército Japonés dio a Ishii la oportunidad de utilizar seres humanos en sus investigaciones. En 1932, comenzó sus experimentos preliminares sobre guerra biológica en zonas ocupadas de China como parte de un proyecto secreto. Bajo la cobertura de un plan para la potabilización de agua para las tropas japonesas en China, desde 1936, Ishii fue organizando departamentos de Prevención Epidémica y Abastecimiento de Agua, que eran, en realidad, centros y unidades de investigación médica, destacando la tenebrosa Unidad 731. En 1939, Ishii tenía bajo su mando una gran red de centros, como los ubicados en Harbin, Beijing, Nangjing, Guangzhou, Singapur y Tokio, con más de 10 000 trabajadores. Según los archivos, las “fuerzas bacterianas” japonesas, incluida la Unidad 731, iniciaron la guerra biológica en más de 20 provincias y ciudades de China.
Bajo el mando de Shiro Ishii, la Unidad 731 participó en un proyecto especial llamado “Maruta” –丸太/まるた–, en el que se utilizaron personas como sujetos de prueba. Maruta es una palabra japonesa que significa “troncos”, una referencia a cómo los sujetos eran llamados en broma por sus torturadores. La portada oficial del Objeto 731 era que allí había un aserradero, de ahí que se les llamara a los prisioneros y las victimas de esa forma, usándolo en contextos como “¿cuántos troncos cayeron hoy?”.
Se amputaron extremidades para estudiar la pérdida de sangre, se encerró a las personas en habitaciones con ventiladores para comprender mejor los efectos de la temperatura y la deshidratación, y las mujeres fueron violadas a menudo para conseguir bebés para usarlos en experimentos. Muchos experimentos se han basado en modelos de escenarios de la vida real para ayudar a los médicos a comprender cómo tratar las lesiones del personal militar.
Ping Fu fue una niña china secuestrada cuando su aldea fue invadida por las fuerzas japonesas. Durante su cautiverio, fue sometida a experimentos de congelación donde los científicos del Escuadrón 731 sumergían partes de su cuerpo en agua helada hasta que se congelaban. Estos experimentos causaron sufrimiento extremo y dejaron secuelas físicas y emocionales de por vida.
A algunos prisioneros se les congelaba deliberadamente las manos: se quedaban en el frío con las manos empapadas en agua para que los médicos pudieran aprender la mejor manera de curar la congelación. A otros los colocaron en centrífugas hasta que sus ojos se salieron de las órbitas debido a la alta presión, para comprender a cuánta presión puede estar sometido el cuerpo.
Con el objetivo de practicar la guerra bacteriológica para superar a las potencias occidentales, desarrolló armas biológicas a través de la experimentación con humanos, provocando la muerte de miles de personas. Los prisioneros de guerra y los civiles chinos eran sometidos a vivisecciones sin anestesia, exposición a enfermedades mortales, pruebas de armas biológicas y otros horrores médicos. Estos experimentos causaron sufrimiento extremo y muerte a miles de personas. La rutina consistía en infectarlos con virus letales para luego abrirlos vivos sin anestesiarlos y extraerles algunos órganos. Los enfermaban de cólera, disentería, ántrax y tifus y luego estudiaban y registraban sus reacciones y cuerpos con el fin de desarrollar armas biológicas y químicas de destrucción masiva.
Operaba en gran secreto, y se tomaron medidas extremas para encubrir sus actividades. Los prisioneros eran asesinados después de los experimentos para evitar que revelaran información. Los documentos relacionados con el Escuadrón 731 fueron destruidos por las fuerzas japonesas al final de la guerra para evitar su descubrimiento. Cuando la guerra llegó a su fin, Japón se rindió y Estados Unidos pasó a tener control de los archivos militares del país asiático durante nueve años.
Por entonces, no se dieron a conocer detalles de la Unidad 731. Ni los militares ni los científicos que trabajaban allí fueron juzgados en Japón. Pero décadas después, comenzaron a surgir escalofriantes testimonios que arrojaron luces sobre las labores del temido escuadrón y revelaron un oscuro capítulo de la historia de Japón.
El balance de víctimas y los alcances de sus experimentos todavía son motivo de discusión y controversia.
Se habla de entre 100.000 y 580.000 víctimas, siendo el número más aceptable unos 300.000.
Repercusiones
A diferencia de los criminales de guerra de la Alemania nazi, la mayoría de los médicos japoneses de esta unidad recibieron inmunidad por parte de Estados Unidos, dejando a los familiares de las víctimas con un ejercicio de reparación moral sin resolver. Mientras que los médicos nazis fueron juzgados, en el marco de los Juicios de Núremberg, por un Tribunal Militar Internacional, siendo algunos de ellos condenados a muerte o a largas penas de prisión, no hubo ningún juicio contra los médicos del Escuadrón 731. Después de la Segunda Guerra Mundial, los Aliados descubrieron las atrocidades cometidas por el Escuadrón 731.
Sin embargo, a cambio de su información sobre experimentación con armas biológicas, Ishii y otros miembros clave del Escuadrón 731 recibieron inmunidad por parte de Estados Unidos. Esto provocó indignación en muchas partes del mundo, ya que los responsables de crímenes de guerra escaparon de la justicia.
A pesar de que las autoridades soviéticas deseaban que el proceso tuviese lugar, los Estados Unidos objetaron tras revisar los reportes de los microbiólogos estadounidenses que estaban investigando. Entre ellos estaba el Dr. Edwin Hill (Jefe de Fort Detrick), cuyo reporte indicaba que la información era “absolutamente inestimable”, “que jamás podría haberse obtenido en los Estados Unidos debido a los escrúpulos respecto a experimentar con humanos” y “fue obtenida a muy bajo costo”. El 6 de mayo de 1947, Douglas MacArthur escribió a Washington D. C. que “datos adicionales, tal vez pueden obtenerse algunos testimonios de Ishii informando a los japoneses involucrados que la información será retenida en canales de inteligencia y no será empleada como evidencia de ‘Crímenes de Guerra'”. El trato fue cerrado en 1948. Ishii nunca fue procesado por crimen de guerra alguno.
El aporte más impactante, sin embargo, fue el de los propios japoneses que pertenecieron a la Unidad 731. Uno de ellos fue Yoshio Shinozuka, quien sirvió como médico militar en la base secreta, aunque dijo considerarse “en realidad” un criminal de guerra:
“Hice lo que ningún ser humano debería hacer“, declaró a medios japoneses citados por la BBC en julio de 2002.
Fuentes:
- Harris, Sheldon H. Factories of Death: Japanese Biological Warfare 1932-45 and the American Cover-Up, Routledge, 1994.
- Gómez Acevedo, J.C. (2021). Unidad 731: La guerra biológica del Imperio del Japón. (Trabajo Fin de Grado Inédito). Universidad de Sevilla, Sevilla.
- Francisco Pérez Fernández y Francisco López Muñoz, “El tenebroso doctor Shirō Ishii, el mayor criminal de guerra médico de la historia que jamás fue juzgado”, Universidad Camilo José Cela.
- https://theconversation.com/shiro-ishii-el-mayor-criminal-de-guerra-medico-de-la-historia-que-nunca-fue-juzgado-155572