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Los Estados bálticos: entre la OTAN y el gigante ruso

El Báltico, como comúnmente se lo conoce, es una zona geográfica vital, hablando en clave geopolítica, tanto para la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte) como para la Federación Rusa. Los tres Estados bálticos (Estonia, Letonia y Lituania) constituyen conjuntamente con sus vecinos europeos una frontera de contención hacia Rusia. Ante esta situación histórica, es indispensable analizar las intenciones y objetivos rusos en lo referido a su política exterior y la contrapartida planteada por la OTAN, teniendo en cuenta los pesos y contrapesos establecidos por ambas partes para poder influir directamente en la consecución y protección de sus intereses vitales.

 

El temor recurrente de la invasión a Crimea

En el período 2014-2015 el temor a una acción directa por parte de Moscú iba en aumento, y rememoraba constantemente a la ocupación de los Estados bálticos en tiempos de la Segunda Guerra Mundial. Por este motivo, una política de seguridad colectiva liderada por la OTAN fue considerada esencial por Estonia, Letonia y Lituania para salvaguardar su integridad territorial (European Foreign Policy Scorecard, 2015).

Es relevante destacar que los tres Estados bálticos (miembros de la OTAN) poseen una cooperación intergubernamental elevada y profundizada con el paso del tiempo, que les ha permitido alcanzar convergencias en el ámbito de sus respectivas políticas exteriores de defensa. Así, se puede observar que a pesar de poseer tradiciones sociales, culturales, lingüísticas y religiosas diferentes, mantienen constantemente vínculos a nivel ministerial y parlamentario (Romanovs y Andžāns, 2017).

Sin embargo, y a pesar de la cooperación y asistencia entre la OTAN y los Estados bálticos, la presencia in situ (en el lugar) de tropas de la organización del atlántico es una cuestión dificultosa y poco probable. Y esto es así en tanto que existe una desaprobación creciente por parte de la ciudadanía de verse involucrada en cuestiones conflictivas, más aún cuando la tradición bélica de Estonia, Letonia y Lituania es casi nula (Dempsey, 2014). Por lo cual es poco probable, en el corto plazo, la asignación de recursos militares a la zona geográfica del Báltico.

 

OTAN: una Organización, diversos intereses

La Organización Atlántica cuenta con 29 miembros en la actualidad y 3 en procesos de adhesión (Bosnia-Herzegovina, Georgia y Macedonia). Aquí puede observarse un claro interés en ampliar el espectro de influencia del organismo de seguridad colectiva, para ejercer un control geoestratégico directo en zonas vitales en las que la Federación Rusa ha demostrado poderío real.

Sin embargo, con esta cantidad dada de miembros, es al menos una situación complicada para lograr la confluencia en cuanto a la definición de intereses y amenazas comunes a los integrantes. De este modo, los Estados bálticos y los de Europa del Este conjugan un temor común hacia la Federación Rusa. Mientras que los miembros del Mediterráneo ponen foco en las cuestiones norafricanas (Dempsey, 2014).

En este contexto, puede hablarse de una necesidad creciente por parte de pequeños Estados como Estonia, Letonia y Lituania de incrementar las acciones orientadas a proteger sus fronteras, por un lado, y a gestionar y abordar posibles conflictos con las minorías rusas en sus territorios, por otro lado.

Es por esto que, en un contexto global de creciente interdependencia estatal y de suscripción a organizaciones internacionales de fines específicos, los pequeños Estados del báltico y Europa Oriental han llevado a cabo la redefinición de sus políticas de defensa y seguridad con un marco regulatorio más sólido dentro de la OTAN (Vaicekauskaitė, 2017).

A este respecto, una cuestión central es identificar y definir a un “Estado pequeño”, que en este caso asociamos a los países del Báltico y cuya función principal es la contención del avance ruso. Por ello, se puede señalar que un “Estado pequeño” es “una parte débil en una relación asimétrica, incapaz de cambiar la naturaleza o funcionamiento de la relación en sí misma” (Archer, Bailes y Wivel en Vaicekauskaitė, 2017: 8).

Claro está que, bajo dicha definición, el Báltico es un ejemplo modelo de Estados pequeños, que en una relación de fuerzas son claramente inferiores al poderío de Rusia; pero insertos en una organización como la OTAN, pueden cambiar dicho estatus.

 

Conclusiones

El temor a posibles acciones por parte de Rusia sobre los Estados bálticos, no carece de fundamento en lo absoluto. La guerra con Georgia en 2008 y la invasión a Crimea en 2014 son hechos que hacen ver el poderío ruso como una amenaza clara a la integridad territorial de los países mencionados anteriormente. A pesar ello, hay analistas internacionales y críticos académicos que remarcan la inexistencia de un interés claro de Rusia sobre el Báltico como una zona geográfica vital. Actualmente se afirma que la Federación Rusa ha cedido su influencia estratégica en esta región en favor de los Estados Unidos. Sin embargo, ante una contingencia el escenario conflictivo puede modificarse incrementando así el grado de incertidumbre sobre las acciones de las partes (Liik, 2017).

Todo esto lleva a pensar en que el interés vital ruso se halla en estos momentos en otros sectores del globo, tales como Ucrania o Medio Oriente. No obstante, situaciones imprevistas pueden ser vistas como provocaciones, las cuales obligarían a Moscú a actuar en consecuencia. En tal caso, Estonia, Letonia y Lituania están obligados a replantear sus tácticas y estrategias de defensa, principalmente debido al grado de modernización y crecimiento del equipamiento militar ruso y el desarrollo de unas fuerzas de seguridad y defensa completamente renovadas y entrenadas.

De esta manera, entender el rumbo de los hechos en los últimos años, permite comprender que la Federación Rusa ha iniciado un proceso revisionista que excede todas las fronteras del territorio de la antigua Unión Soviética y del mismo Imperio Ruso del siglo XIX, y que dadas las circunstancias podría arribar directamente al territorio Báltico (Sherr, 2017).

 

Bibliografía

  • Romanovs, U. y Andžāns, M. (2017). The Trilateral Military Cooperation of the Baltic States in the “New Normal” Security Landscape. En Sprüds, A. y Andžāns, M. Security in the Baltic Sea Region: Realities and Prospects, Latvian Institute of International Affairs.
  • Liik, K. (2017). The Baltic States and Russia – On Diplomatic Dimensions of Securityk. En Sprüds, A. y Andžāns, M. Security in the Baltic Sea Region: Realities and Prospects, Latvian Institute of International Affairs.
  • Sherr, J. (2017). The Baltic States in Russian Military Strategy. En Sprüds, A. y Andžāns, M. Security in the Baltic Sea Region: Realities and Prospects, Latvian Institute of International Affairs.
  • Dempsey, J. (2014). ¿Qué le espera ahora a la OTAN?, Política Exterior, Vol. 28, No. 162, 54-62, Estudios de Política Exterior S. A.
  • Vaicekauskaitė, M. (2017). Security Strategies of Small States in a Changing World, Journal on Baltic Security, N° 3 (2), 7–15.
  • European Council on Foreign Relations (2015). En European Foreign Policy Scorecard.

 

 

Autor

Federico Lozzano

Licenciado en Relaciones Internacionales. Docente en Universidad Siglo 21

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