
Por Paula Villaluenga
La democracia paritaria es un concepto que trasciende la mera representación de género en la política. Se trata de un modelo en el que mujeres y hombres participan en igualdad de condiciones en todos los niveles de toma de decisiones, garantizando una distribución equitativa del poder. Esta idea se basa en la teoría de la representación sustantiva y descriptiva, planteada por autores como Anne Phillips y Drude Dahlerup, quienes argumentan que una democracia sin paridad de género es una democracia incompleta.
El principio de paridad se ha consolidado en el derecho internacional a través de instrumentos como la Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW) y la Plataforma de Acción de Beijing de 1995. Sin embargo, su aplicación efectiva varía según el contexto político y social de cada país.
Islandia: el ideal de la democracia paritaria
Islandia es un ejemplo emblemático de democracia paritaria. Desde hace más de una década, encabeza el ranking mundial del Foro Económico Mundial en igualdad de género. Su éxito se debe a políticas integrales que abarcan la representación política, la equidad económica y la distribución del trabajo de cuidado.
Uno de los pilares del modelo islandés es su sistema de licencias parentales igualitarias, que fomenta la corresponsabilidad y permite que las mujeres tengan mayor acceso a puestos de liderazgo. Además, su sistema de listas cerradas y bloqueadas con paridad efectiva ha garantizado una alta participación femenina en el Parlamento y el Ejecutivo.
A diferencia de Argentina, donde la paridad aún enfrenta resistencias culturales y estructurales, en Islandia la paridad de género es una política de Estado transversal, respaldada por una fuerte conciencia social y activismo feminista. Claro, esto no se construye de la noche a la mañana: como toda transformación social, lleva su tiempo y, sobre todo, su voluntad política sostenida en el tiempo.
Argentina: atrapada en las idas y vueltas de la alternancia política
Argentina fue pionera en la región con la primera ley de cupo femenino en 1991, que establecía un mínimo del 30% de mujeres en listas electorales. En 2017, la Ley de Paridad de Género (27.412) llevó esa cifra al 50%. Como resultado, el Congreso nacional ha alcanzado una representación casi equitativa. Sin embargo, aún persisten las tensiones entre representación numérica y representación sustantiva.
La representación numérica se refiere a la simple paridad en los números, es decir, al 50% de mujeres en las listas electorales o en los cargos. Pero la representación sustantiva va más allá, buscando que las mujeres no solo estén presentes, sino que tengan un impacto real en la toma de decisiones y que su perspectiva influya en las políticas públicas. En Argentina, aunque hemos logrado avances en términos numéricos, las mujeres siguen teniendo una participación limitada en cargos de poder decisionales, como en los ministerios o en el Poder Judicial. Aquí, la representación sustantiva aún no se ha logrado.
La alternancia política ha afectado el avance de las políticas de género. Dependiendo del gobierno de turno, las políticas de género han sido más o menos apoyadas, y los avances en derechos de las mujeres a menudo dependen de la coyuntura política. Esto ha dificultado la consolidación de un sistema institucional que garantice una paridad efectiva y sostenible, evidenciando que la paridad no puede ser solo una cifra, sino una práctica transformadora que atraviese todos los aspectos de la política.
Además, la brecha salarial y la sobrecarga de trabajo no remunerado continúan afectando la participación de las mujeres en la vida pública. Según el INDEC, las mujeres dedican el doble de tiempo que los hombres a tareas no remuneradas, lo que reduce sus posibilidades de acceso a puestos de decisión. Esto también limita la representación sustantiva, ya que la sobrecarga de trabajo doméstico y de cuidado limita las oportunidades de participación política real.
El camino hacia una democracia paritaria en Argentina
Para que Argentina alcance una democracia realmente paritaria, es necesario implementar reformas estructurales y políticas sostenidas en el tiempo. Algunas de las medidas clave incluyen:
- Medidas efectivas contra la violencia política de género.
- Ampliación de licencias parentales igualitarias para promover la corresponsabilidad.
- Paridad en todos los niveles de gobierno, incluyendo el Ejecutivo y el Poder Judicial.
- Políticas que impulsen la participación de mujeres en el ámbito local y provincial.
- Estabilidad y transversalidad en las políticas de género, evitando retrocesos con cada cambio de gobierno.
- Reformas en el sistema judicial para garantizar la paridad en la toma de decisiones clave.
- Educación con perspectiva de género para desmontar estructuras patriarcales desde la formación escolar.
La democracia paritaria no es un objetivo utópico, sino una necesidad para garantizar un sistema más justo, representativo y equitativo. Argentina ha avanzado en materia de legislación, pero la paridad real no se logra solo con leyes. Mientras los derechos de las mujeres dependan del signo político de cada gobierno, la democracia argentina seguirá siendo incompleta. Alcanzar una democracia paritaria exige voluntad política, estabilidad institucional y un compromiso social sostenido en el tiempo. Sin estos elementos, la igualdad de género seguirá siendo una deuda pendiente en el país.