SOFT POWER

Por Eduardo Femenía

Definiendo al poder como la capacidad de obtener lo que se quiere; a nivel estatal esta consecución se puede dar por medio de tres variables: Coerción, el soborno y la persuasión. Joseph Nye, profesor de la universidad de Harvard, establece que la coerción y el soborno pertenecen a la categoría de poder duro; lo buscado por la persuasión, es el llamado “Soft power”.

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Historia del poder blando en tiempos modernos

Con la consecuente victoria aliada, la división de Berlín en Occidental y Oriental, el telón de hierro y la stunde null marcaron a fuego la capacidad de los dos sistemas imperantes de esos tiempos, el comunismo soviético contra el capitalismo occidental, qué colisionaban en esa ciudad.  El nuevo mundo, la atención a las necesidades de quienes padecieron tan ardua guerra, en su mayoría civiles fueron prisioneros a gran escala de la propaganda entre uno y otro. No fue la excepción, sino más bien, la pauta.

Los mismos qué años más tarde con martillos en mano y bulldozers iniciarían el derribo del muro, no por la fuerza de los militares, sino por los deseos del pueblo y la falta de fe en el sistema comunista soviético, sumado al puente aéreo qué occidente trazó para burlar el bloqueo comunista, qué azotaba con hambre a la población.  Luego de la escasez de alimentos, la falta de libertades individuales y la represión con la que se vivía del lado oriental, La apertura por unas horas de la frontera de Hungría y Austria, el 19 de agosto de 1989, permitió que cientos de ciudadanos de Alemania Oriental pudieran huir de la Europa comunista.

Era la primera grieta en la llamada “Cortina de Hierro”.

El evento fue conocido como el Pícnic Paneuropeo, que se había concebido como una manifestación por la paz. Ese día, la comunista Hungría y Austria, del bloque occidental, acordaron abrir un paso de la alambrada instalada en un puesto fronterizo.

Más de 600 ciudadanos de la República Democrática de Alemania, enterados del evento, lo aprovecharon para cruzar la Cortina de Hierro hacia el Oeste. La policía fronteriza húngara no hizo nada. Las autoridades comunistas de la Unión Soviética no dijeron nada. Se trató del primer éxodo masivo desde la construcción del Muro de Berlín en 1961.

No se entiende este acontecimiento histórico si no prestamos atención a las consecuencias qué se desarrollaban de ese lado lúgubre de la partición ideológica imperante de aquel entonces.

La URSS había sofocado una revuelta popular en Hungría mediante la represión contra las libertades civiles qué los húngaros exigían. El Politburó (gobierno comunista ruso) anunció la retirada de las fuerzas de ocupación soviéticas, al tiempo que el Ejército Rojo se movilizaba para aplastar la revuelta húngara.

Los occidentales, divididos por causa de la crisis de Suez (ocupación del canal por tropas británicas y francesas) que había sido nacionalizado por el líder egipcio Nasser, no hicieron nada para impedir la actuación de Moscú.

El Ejército Soviético movilizó más 30.000 soldados y un millar largo de carros de combate. El 4 de noviembre de 1956 los soviéticos regresaron en fuerza a Hungría. La resistencia húngara terminó el 10 de noviembre. 2.500 húngaros y 722 soldados soviéticos perecieron en el conflicto y unos 200.000 húngaros huyeron de su país. La represión que siguió fue brutal.

En enero de 1957, el nuevo gobierno instalado por los soviéticos y liderado por János Kádár había reprimido toda oposición.

La siguiente encuesta es una representación del grado en qué el Soft power ha tergiversado en muchos casos y en este en particular, la opinión pública sobre las sociedades. En setenta años, la muestra poblacional tomada fue cambiando su concepción sobre quienes fueron los verdaderos artífices de la “victoria” en la 2.ª G.M.

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El poder blando como instrumento en la revolución de las comunicaciones

Dada la fuerte incidencia en la opinión pública por parte de las comunicaciones, la apertura internacional y la posibilidad de llegar a distintas sociedades, la multidifusión produce una suerte de diplomacia pública, ya no entre agentes estatales sino entre entes “no gubernamentales” y la sociedad, aunque generalmente la comunicación llega a otras audiencias en distintos países, por lo que también se le refiere como diplomacia de Twitter.

El uso del cine en la propaganda de la Alemania nazi es bien conocido y supone uno de los primeros ejemplos de cómo este arte se convierte en un pilar clave en la homogeneización del pensamiento, no ya por la censura, que criticaba qué se podía ver y qué no, sino por el despliegue técnico y artístico que hacía de la propaganda un producto agradable de ver. No hay que olvidar que el cine siempre ha sido la suma de un conjunto de elementos y el mensaje es solo uno de ellos, no necesariamente el más importante. Así, el cómo se contaba era tan importante como qué se contaba.

 Estados Unidos comenzó a tomar buena nota de aquello en los años previos a su entrada en la Segunda Guerra Mundial (IIGM) y realizó un importante —aunque en muchos casos torpes— despliegue una vez quedó inmerso en el conflicto.

Antes del ataque a Pearl Harbor, la división en la sociedad estadounidense entre los que propugnaban la entrada en la guerra y aquellos que reclamaban el aislacionismo más absoluto era evidente, por lo que el entonces presidente Roosevelt y especialmente su Estado Mayor eran conscientes de la acuciante necesidad de que toda la sociedad tuviese una opinión medianamente uniforme en caso de que el país tuviese que entrar en guerra. Huelga decir que la Administración de entonces, si bien tenía inclinaciones intervencionistas, eran más una cuestión estratégica que

deseos reales de entrar en el conflicto. Hasta aproximadamente 1942, el único potencial del que gozaba Estados Unidos era el económico-industrial y el naval. Solo cuando la guerra estalló en Europa comenzaron a plantearse en Washington una verdadera modernización y expansión de los efectivos militares.

Ante la inminencia de la guerra, un doble problema se cernía sobre la sociedad estadounidense. Por un lado, la población, en su mayoría ajena a los sucesos que se estaban viviendo en Europa, debía ser puesta al día sobre qué ocurría en el Viejo Continente y cuáles eran los motivos por los que la Alemania nazi —y posteriormente el Imperio japonés— debían ser derrotados. La segunda cuestión consistía en formar adecuadamente a los millones de reclutas que se incorporarían a filas en cuanto fuese firmada la primera declaración de guerra. Para ambos aspectos, el cine se convertiría en una herramienta fundamental, un elemento de cohesión identitaria tanto en el territorio nacional estadounidense como en el frente.

Entonces es así que el 7.º arte americano, empezó a retratar en ese entonces a los japoneses como sub humanos, con grandes facciones corporales asimétricas, intencionalidades repugnantes o falta de criterios éticos para crear aversión en el público estadounidense, dándole motivos para enlistarse y luchar contra quienes osaban atentar contra los principios de igualdad y libertad.

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Casos representativos a nivel mundial

Para continuar, otro caso imperante qué podríamos revisar es el de Japón y su uso comercial del Soft Power Cómo lo Kawaii (可愛い), se convirtió en otro ejercicio de poder.

Con una renuncia al poder duro (hard power) consagrada en el artículo 9 de su Constitución, el lastre que todavía arrastra su imagen exterior tras la campaña imperialista de la primera mitad del siglo XX y la creciente influencia regional y mundial de sus vecinas China y Corea del Sur, la proyección internacional de Japón se ha expandido por esta vertiente alternativa: El poder blando.

Detrás de la iniciativa “Cool Japan” también se encuentran intereses económicos de peso. La industria de contenido japonesa —películas, música, series de animación, videojuegos, publicaciones, etc.— es la segunda mayor del mundo, tan solo por detrás de EE. UU.

Apoyarla desde las instituciones públicas no solo supone alentar el atractivo de las industrias artísticas niponas en el extranjero, sino también atraer más turismo al país como contraparte de un mayor interés en su cultura. En vista de la decadente demanda nacional, el Gobierno nipón percibe el increíble beneficio que podría obtener de capitalizar el atractivo de la cultura japonesa en el exterior. La idea base es que una expansión del contenido nipón consumido en el exterior llevará a un boom japonés, es decir, al crecimiento del sector privado nacional en el extranjero y, en última instancia, a un aumento del turismo. Tan solo la venta de productos relacionados con la franquicia Pokémon ha proporcionado unos beneficios de tres billones de yenes a fecha del 2020.

La victoria de Tokio en la carrera por convertirse en el anfitrión de las Olimpiadas de 2020, el mayor evento deportivo internacional, ha supuesto una oportunidad única para relanzar la imagen internacional de Japón. El despliegue de iconografía popular que rodeó a toda la campaña de los esos Juegos Olímpicos es un claro ejemplo del arsenal de herramientas del que dispone la diplomacia cultural japonesa, como pone el relieve el vídeo de presentación que se emitió en la ceremonia de clausura de los Juegos Olímpicos anteriores, celebrados en 2016 en Río de Janeiro. En sus dos minutos de duración, personajes icónicos captan la atención del espectador: desde el protagonista de la serie conocida como Campeones: Oliver y Benji hasta Hello Kitty, pasando por un Super Mario que resultó ser el propio Abe. La presentación bebe de la particular combinación de elementos tradicionales y modernos, asiáticos y occidentales: del dojo a los rascacielos, de las artes marciales al barrio comercial de Shibuya.

Bibliografía

Juan Masullo, J. (2011). “La conceptualización del poder de Joseph Nye: el poder blando”. En: Sobre el poder blando y el biopoder.: Evaluando el potencial impacto y limitaciones de M. Foucault en las Relaciones Internacionales.

Arancon, F. (2017). “Hollywood, el ganador de la Segunda Guerra Mundial”. El Orden Mundial.

Joseph Nye, Harvard University professor: Great decisions – On soft power.

Teresa Romero “La diplomacia del Sushi”. Relaciones Internacionales Universidad Complutense de Madrid; Máster en Economía Política Internacional, King’s College de Londres.

 

 

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